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La hora de la despedida. La fiesta ha tocado a su fin. Es hora de marcharnos

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29/12/2013 La hora de la despedida. La fiesta ha tocado a su fin. Es hora de marcharnos


Un hermoso recuerdo para los que compartimos su sueño.

Queridas hermanas Elizabeth y Yoryi:
A veces, la vida nos conduce por caminos inexplicables y nada de lo que nos ocurre es por casualidad. Todo parece tener su razón de ser aunque el misterio yace a veces incomprensible a nuestro entendimiento.

Aceptar lo que el destino nos depara en cada tramo del camino es de sabios. No debemos ofrecer resistencia, de nada va a servirnos, ni nada va a cambiar aunque nos resistamos.
No hay buenas ni malas experiencias, todas son aprendizajes y todas nos enseñan algo. Estos aprendizajes se vuelven experiencias cuando somos capaces de asimilar e interiorizar las enseñas que nos brindan y modificar hábitos y conductas.

Elizabeth eres mi hermana menor y eres médico pero por sobre todo eres un ser maravilloso y excepcional como lo es nuestra hermana Yoyo. Las quiero tanto a las dos como al resto de mis hermanos, solo que en esta ocasión quiero hablar sobre vosotras dos.

Durante muchos años, Elizabeth, viviste en lugares inhóspitos entregada a la vida rural hospitalaria y al prójimo, sacrificando la crianza de tus propios hijos en pos de ayudar a los más desfavorecidos, y para ello tuviste que confiarle la custodia y educación de tus hijos a nuestra madre y a Yoryi. Lo hiciste convencida de que los dejaba en buenas manos.

No quiero sopesar el sufrimiento y la tristeza que pueden significar para una madre no ver crecer a sus hijos. Y comprendo tus puntos débiles, tu necesidad de mimarlos y consentirlos cuando los tienes cerca, y la ilusión por brindarles todo aquello que ellos deseen o pidan.

El sentimiento de culpa está presente en cada uno de tus amorosos actos, no tal vez de forma consciente, pero afloran cada vez que tienen oportunidad. El sentimiento de abandono hacia tus hijos se hace presente aunque este más que justificado. No es fácil cargar con una conciencia culposa. Querer premiar o agradar constantemente a los hijos es un error. Pero quién soy yo para juzgarte, ¿yo? -¿que no he sabido poner límites a los míos?

Los he criado convencida que el amor todo lo puede y que nada puede torcerse desde esa entrega. Pero los niños necesitan disciplina, y conocer el significado de la palabra “NO”. Son frágiles y también necesitan guías como las ramas de un árbol, o se vuelven exigentes, tiranos y desagradecidos, aunque las excepciones a la regla también existen.

Verónica ha cumplido años el 27 de Julio pero su madre por razones obvias, de trabajo, no ha podido organizarle el cumple de los quince hasta noviembre. Los quince son una fecha muy señalada en la vida de una jovencita y en Argentina se celebra por todo lo alto. Como es de suponer su madre y su segunda madre (la tía Yoyo) decidieron regalarle una noche inolvidable junto a sus familiares, amigos y compañeros del instituto.

La fiesta fue espectacular. La cena un manjar y las quinceañeras vestidas de largo parecen novias de verdad. Hubo buena música, mucho brillo, luces de colores, plumas, antifaz, cohetes, pasteles riquísimos y muchísima alegría.

Las fotos os mostraran mejor ese momento de felicidad plena, arropada por amigos y seres queridos.
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Le he pedido a Luis que exceptuando a mi familia, no comunicara ni siquiera a sus hermanos ni a nuestros amigos de mi viaje a Tucumán. El motivo de tal petición se debe lisa y llanamente a que no creía disponer del tiempo suficiente para poner en orden la casa de la calle Italia.

Sé que me esperan días difíciles y agotadores. Hay mucho por hacer allí y será complicado puesto que no cuento con la aprobación ni la disposición de ti, Yoryi , lo que me hace sopesar que para llevar a cabo esa titánica tarea, mí día a día, me supondrá un retiro casi monástico difícil de comprender para los amigos, familia y allegados.

Cuesta entender que se crucen catorce mil kilómetros sólo para estar avocada a un propósito como este en cuestión.

Al llegar a la Capital Federal, decidí quedarme unos días en casa de los papas de Martín. Allí ya me esperaban Muti y Rolando. Siempre cariñosos, amables y dispuestos a recibirme con los brazos abiertos.

Su casa “La Matilda” es preciosa, rodeada de un jardín verde espectacular y de un silencio magistral que induce al recogimiento espiritual. Puedes sentir renacer tu alma ante tanta paz. La belleza de aquel lugar invita al sosiego, a la calma, a respirar tranquilidad, a meditar y a soñar.

La lluvia me ha acompañado desde que salí de Mallorca hasta aquí. Estuvo presente en todos los países en que el avión hizo escala. La lluvia es el nexo de comunicación entre mi padre y yo, después de que él falleciera (30 de Septiembre de 1990, en Tucumán a sus 57 años). ¿Qué cómo surgió esta comunicación? Ahora se los cuento.

Hubo un día en que las preocupaciones habían logrado alterar mi espíritu, me sentía agobiada y sin saber exactamente qué decisión tomar respecto a un problema al que debía encontrarle rápidamente una sabia solución.

Fue entonces cuando se me ocurrió hablarle a mi padre y pedirle que me guiara, pero como iba a saber o a conocer su aprobación o no. Necesitaba una señal. Y pensé, cual podría ser esa buena señal que me llegara de él desde el cielo y no se prestara a confusión.

Ya sé me dije. Ya lo tengo. Será, un “SI”, cuando llueva. ¿Por qué la lluvia? Porque en Mallorca no llueve casi nunca.Supe entonces que debía pedir esas respuestas cuando estuviese segura de que el pronóstico del tiempo anunciaba sol, buen tiempo y ninguna posibilidad de lluvia en los próximos veinte días, así tendría la certeza de que las respuestas llegaban de mi padre y no del clima imperante en esa estación del año o en dicha zona.

Solo puedo decir que conmigo este singular lenguaje de comunicación funciona de diez.

Dejé atrás Mallorca, a Luis y a mis hijos con mucha pena en mi corazón. La verdad es que tuve miedo de no volverles a ver, de no poder retornar junto a ellos una vez más y con esa gran tristeza e incertidumbre disimuladas bajo un sonriente rostro emprendí este peculiar viaje.

Las despedidas son engañosas. Te prometes no llorar pero finalmente las lágrimas te ganan la batalla y sientes que te partes en mil pedazos y que no deseas irte y que lamentas no poder dar marcha atrás porque ya es demasiado tarde para cambiar de opinión y porque pesa saber que las personas responsables no hacen eso.

No puedes evitar entonces desmoronarte y verte lejos de los que quieres. Pero entonces fue cuando caí en la cuenta de que no estaba sola, de que ahí fuera una lluvia silenciosa me acompañaba.

Y esa misma lluvia me acompaño en todos los tramos de este viaje, inclusive mientras estuve los tres días en Buenos Aires, y también cuando partí de allí hacia Tucumán. Era como si ella
quisiera transmitir un mensaje: "No temas, tu padre vela por ti".

Mi amada ciudad me recibió con lluvia y me despidió de igual forma, entre lágrimas como me gustaba pensar. También la lluvia estuvo presente en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza al dejar Buenos Aires antes de volver a España.

Fue tal la presencia de mi padre que incluso llegué a comentárselo a Muti y al tío Janus sobre como sentía su protección.

Habrá quienes piensen que fue pura casualidad, pero yo sé que él estuvo allí, a mi lado, animándome a confiar en que todo saldría bien.

Mientras visite a tía Katy y a mi padrino, también mi padre estuvo allí presente. La lluvia por mi anunciada a ellos ,se hizo notar en varias ocasiones. El tío Janus, hermano menor de mi padre y padrino de bautismo mío, comento con cierta incredulidad que sólo eran coincidencias, pero luego no lo dijo muy convencido ni tan seguro a medida que las lluvias no solo no cesaron sino que fueron más fuertes e intensas. Entonces le miraba de reojo y le decía: “ahí está tu hermano” y, el me sonreía de manera complaciente.

El primer día en la Matilda desperté muy pronto con el sonido de las gotas de lluvia contra el cristal de la ventana donde dormía y al levantarme encontré a Muti en la cocina. Ella estaba preparando una gelatina de frutilla (cosa que nunca tenia costumbre hacer), y comento el hecho algo sorprendida pues no encontraba la explicación de por qué gelatina y no un pastel.

Yo si lo sabía, mi padre estaba allí, y con ese postre me lo hizo saber. Él solía prepararme gelatinas durante las noches de tormenta eléctrica. Fue entonces cuando le comenté a Muti el significado de la lluvia en mi vida, de cómo a través de ella mi padre me hizo sentir su presencia, como infundió en mi alma temerosa, paz, amor y mucha tranquilidad.

Sabes Muti, cuando era pequeña y mi padre aun no se había marchado de casa, yo no podía durante las noches de tormenta irme a la cama si antes no le veía llegar sano y salvo.
Me asustaban los truenos con sus ensordecedores estruendos, los relámpagos y, la intensa luz que irradiaban parecían colarse a través de los enormes ventanales y engullir todo lo que estaba a su alcance. Sentía que podía desaparecer en cualquier momento sin que nadie se diera cuenta de que había abandonado la casa devorada por un terrorífico monstruo nocturno.

Para tranquilizarme, mi padre, me estrechaba entre sus brazos y el miedo mágicamente desaparecía. De repente dejaba de escuchar el rugido del viento aullando junto a la tormenta, y la calma reinaba otra vez.

Ya nada me asustaba, sin embargo, el furioso temporal seguía retorciendo las ramas de los árboles, y las ventanas no dejaban de vibrar como si fuesen a romperse en mil pedazos y allí fuera, la tierra toda temblaba bajo la oscuridad inclemente de la noche, pero yo había recobrado la serenidad y lo terrible que allí fuera estuviese ocurriendo ya no me preocupaba en absoluto. Mi padre estaba conmigo y eso me bastaba.

Después de aquellos ataques míos de pánico, él sonreía dándome unas palmaditas en el hombro y me decía: ¿más tranquila, corazón?, -¿preparamos unas gelatinas? Solía hacer con ellas hermosos arco iris de colores, dentro de unos vasos largos de cristal transparente. Para ello usaba gelatina de varios sabores, piña, frambuesa, limón, naranja, frutilla, manzana verde y frutas variadas. ¡Qué entrañables y lejanos recuerdos invaden mi memoria, mientras Muti me presenta su gelatina acabada!

Por fin estoy en casa, en mi casita del Barrio El Bosque, después de un agotador viaje en avión que hizo escala en Madrid, en Suiza y en Berlín, aunque no recuerdo con exactitud en cuál de estos dos últimos países estuvimos antes de volar a Brasil y de ahí a Buenos Aires.

Ya nada quedaba de esa blanca casita de barrio que había sido mi hogar durante tantos años. Habían desaparecido los ligustros, los rosales, el césped y el ciprés junto a la medianera de la casa de Menghi. Ahora en cambio se alzaba una casa de ladrillos a la vista de dos plantas sin terminar y un portón de metal sin pintar que abarcaba media fachada y que Luis y yo le regalamos a mi madre en un viaje anterior.

En aquella casa materna crecí entre risas y lágrimas, ya no teníamos a mi padre, se había marchado, pero mi madre hizo de ella un hogar limpio y acogedor. Y si alguien cuido verdaderamente de nosotros, ese fue Jesús y su padre. Dios nunca nos abandono.

Pasamos por momentos duros y amargos, puesto que a mi madre le falto tiempo para vigilar nuestro crecimiento y para guiarnos como es necesario hacerlo cuando uno es joven e inexperto. Debía trabajar doble jornada como maestra en el Colegio Nuestra Señora de la Merced y como personal administrativo en la Escuela Sarmiento. Salía de casa a las seis de la mañana y no regresaba hasta pasadas las siete y media de la tarde, de lunes a viernes.

Los fines de semana eran especiales. Limpiábamos a fondo la casa, ordenábamos nuestros armarios, mientras ella nos cocinaba algo especial en el horno y arreglaba el jardín. Nos hacia escuchar música clásica, folklore, boleros y temas infantiles de María Elena Walsh. Y por las tardes mi madre y yo solíamos dedicarle tiempo a la lectura, mientras mis hermanos preferían jugar.

Cuando rememoro mi infancia y miro hacia atrás y veo los peligros a los que estuvimos expuestos, me digo:" fuimos afortunados, Dios nos protegió siempre" . ¡Qué locuras hacíamos! Verdaderas locuras, tales como bañarnos en la pileta durante una tormenta eléctrica y, no una vez, cientos de veces.Podríamos los cuatro haber muerto electrocutados. Es mejor no pensarlo.

O cuando casi ahogamos a Luis, el sireno, atándoles las manos y los pies dentro del agua; de no ser por Elba no sé qué disgusto hubiese pesado a nuestras espaldas. O cuando Sergio y su amigo Chilín se pintaron el cuerpo entero con alquitrán y casi se muere Chilín que padecía una afección cardíaca seria.

O aquella otra vez que una moto atropello a nuestro hermano, o cuando cogíamos caña de azúcar de los camiones cargados que pasaban al Ingenio San José con el consabido riesgo de caer entre las ruedas o que se soltaran las cadenas con que iban atadas como vimos que ocurrió una vez.

Ahora vuelvo a estar en el que fue mi hogar y aunque busco sus rincones, no los encuentro por ninguna parte. Todo ha sufrido una transformación aberrante y muy complicada de revertir, en estos treinta y picos de años que falto de él; excepto el calefón Arthur Martin, que sigue en la cocina y que tiene la misma edad que yo y aún sigue funcionando.

El caos y el desorden acampan a sus anchas entre estas cuatro paredes de mi casita blanca de la calle Italia 1864.

Desde hace años los cuartos, los baños, el salón y la cocina albergan trastos, cajas, herramientas, material de obra y cientos de cosas inútiles que no le sirven a nadie, pero que Yoryi se empeña en conservar con la convicción de que algún día les serán de utilidad.

Una abrumadora sensación de malestar recorre mi cuerpo mientras mis ojos incrédulos se mueven de arriba a abajo y de derecha a izquierda observando los objetos que me rodean. Nada ocupa su lugar ni su sitio, y una montaña de enseres llenos de polvo y ácaros esperan que alguien los rescate y les de la utilidad para lo que fueron creados.

Hace siglos que en la mesa del comedor no se sienta nadie a desayunar, merendar o cenar, pues está cubierta completamente de libros, de papeles, de material de escritorio además de unas cuantas cajas de bebidas, de platos, de copas, y de vajilla incompleta; de discos de pasta, de álbumes de fotos, de revistas de moda, de recetarios de cocina, de un costurero, de una impresora que no se si funciona y de algunos adornos de decoración bastante estropeados.

A la vista se puede palpar el descuido, la dejadez y el implacable paso del tiempo en el deterioro de las cosas. Necesitar encontrar algo es un verdadero problema entre tanta maraña de cosas, es algo así como buscar un aguja en un pajal.

Yoryi te enfadas porque los chicos son desordenados pero ¿qué orden reclamas? ¿Podemos hablar de orden, aquí? Gires a donde gires la mirada, allí no existe orden ninguno. Pareces no darte cuenta del desorden generado por ti, te prometo sin exagerarte que es TOTAL!!!!!!, y sin embargo sueles encontrarle al "desorden generado por ti" una justificación tras otra.

Creo que tú ves "orden en tu desorden" y "desorden total "en eso espacios en que los chicos dejan sus cosas de por medio". Puedes ver el desorden generado por los demás, que comparado con el tuyo, te aseguro es "ínfimo"; pero no el tuyo propio. No sé cómo explicarte esto. Quiero ayudarte a verlo, por eso te hago estas reflexiones.

Pienso que hay una especie de deformación mental en cómo concibe las cosas. ¿Algo parecido, quizás, a lo que les ocurre a los anoréxicos que se ven gordos aunque estén en los huesos? Pienso que esa deformación en la percepción de las cosas no te ayuda a ser consciente de la realidad que vives y que tanto malestar ocasiona.

Curiosamente ese comportamiento solo pareces haberlo desarrollado con respecto a la casa. No así con respecto a tu trabajo. Eres una gran arquitecta y has llevado a cabo muchas obras no sólo en Irrigación. Eres muy valiosa y tus méritos han sido reconocidos, pero no sé qué te ocurre con respecto a nuestra casa.

El otro aspecto que me confunde es tu forma de analizar las cosas y como juegas con la percepción del factor tiempo. La lógica debería hacerte ver que si en treinta y picos de años no pudiste acabar esta obra, por las razones justificadas o no que tengas, ¿qué te lleva a pensar que puedes hacerlo ahora? No gozas de buena salud, no tienes el dinero necesario y con suerte, a todos nos quedan diez años de buena calidad de vida. Los setenta no son los cuarenta.

No sé si voy a lograr en este viaje revertir el panorama de la calle Italia, pero deseo con toda mi alma devolverle a nuestra madre su casa, tal como ella la tenía: habitable, confortable, sin lujos pero acogedora.

Empujada por este propósito trabajo de sol a sol y parece ser que no avanzo nunca. El calor es terrible y la humedad insoportable, pero mis ganas de ver aquella casa limpia y ordenada pueden más que cualquier otro sacrificio que estuviera dispuesta a hacer por ver feliz a nuestra madre.

Yoryi te quiero como no puedes imaginarte, y tus hermanos y sobrinos también. Pero debes comprender que nadie es desagradecido contigo, que sólo deseamos que esa casa no se pierda, significa mucho para todos. Era nuestro refugio, nuestro hogar, y no queremos que termine mancillada en manos de “Okupas” amparados por la ley. Antes preferimos venderla que perderla y destinar ese dinero para otros fines.

Nunca deseamos que te sintieras mal. Nunca quisimos quitarte la casa. Sólo intenté ayudarte; todos lo intentamos de diferentes maneras, pero tu cabezonería te ha llevado al límite, la casa está abandonada, casi destruida por las lluvias, el mal tiempo, las humedades, los roedores, los intrusos que la desvalijaron, ocasionándole cuantiosos daños y por último el fuego ocasionado por delincuentes desconocidos que acampan libremente por la ciudad sin ley.

Lo que intentaba y deseaba de corazón y no pude hacerte comprender en ese viaje fueron mis verdaderas intenciones. Quería anticiparme a todo esto que ocurrió porque presentía que ocurriría precisamente esto, sino hacíamos algo al respecto.

Si hubiésemos logrado poner la casa en condiciones no hubiese sido necesario mudarnos al departamento de la Muñecas al 700 y dejar la casa sola. Podríamos haber evitado este mal mayor. Y por esa razón traje a Sarita.

Sarita vino para ayudarnos. Sarita es como una hija para mí, es la persona más bondadosa, dulce y tierna que he conocido jamás, siempre atenta a mis necesidades, siempre entregada y desinteresada, siempre dispuesta a colaborar incondicionalmente. Sus muestras de afecto y cariño roban lágrimas a mis ojos y suspiros a mi corazón.
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Cuando me case y tuve a mis hijos, ella vino a casa a ayudarme con los chicos, y termino limpiando, cocinando, lavando y planchando, en fin haciendo todas las tareas que en una casa se requieren y como si fuera poco, por encima de toda esa responsabilidad, cuidaba de mi, de mi mal estado de salud, de Luis y de los chicos; y lo hacía con amor y alegría.

Nunca podré compensar su esfuerzo y esmerada dedicación. Su abnegación, su sacrificio y su generosidad de espíritu hicieron que mi padecimiento fuera más llevadero y esperanzadora mi recuperación. Sufrí mucho al no poder traerla conmigo a España; y ese apego, mutuo por cierto, perdura aun hoy en día a pesar de la distancia y los años transcurridos.

El error fue ir a pedirles permiso a sus padres, para traerla conmigo. Cuando ellos preguntaron y solicitaron que les dibujara en un trozo de papel, donde quedaba España, debería haberlo hecho; pero no lo hice, no dibuje España en un trozo de papel. Fui honesta y les comente que España estaba muy pero muy lejos de allí, - a lo que ellos preguntaron ¿cómo de lejos? Y yo respondí: -como ir unos cientos de miles de veces desde Tucumán a Santiago del Estero y viceversa.

Como comprenderán la respuesta fue: “No podemos dejarla marchar, eso está muy lejos”. Así es como nos separamos sin más. Desde entonces, la vida fue bastante dura y complicada para las dos, pero mucho más cruel e injusta con mí Sarita.

Ella se caso y tuvo la desgracia de que una noche asaltaron a su marido. Sus agresores, le dejaron tetrapléjico y postrado en una cama, a raíz de un disparo que recibió en la columna. Un largo calvario que duro para ambos, muchos años y muchísimas penurias, hasta que Dios decidió llevárselo.

Su único hijo Pablo era pequeño y ella tuvo que cuidar de los dos, hacer de padre y madre y salir a trabajar sin más ayuda que sus propias fuerzas y el apoyo y ánimo que yo podía infundirle cada vez que teníamos la oportunidad de hablar o vernos.

Intenté ayudarla todo lo que pude, pero muy poco pudimos hacer por él. La burocracia del sistema hospitalario y la falta de medios económicos impidieron que se le pusiera una bomba que no recuerdo la función de la misma, pero que supuestamente lo ayudaría con su problema.

La impotencia de no haber podido hacer más, mino mi estado de ánimo durante largo tiempo. Me sentía culpable de no haber hecho lo suficiente, de no haber podido estar a la altura de sus necesidades, y para entonces nuestra economía no era boyante como para sacarles de ese pozo.

Me consta su entrega. Lucho con garras y dientes, dejándose la piel en todo intento por aliviar a su marido, del tedioso sufrimiento, al que estaba sometido por las circunstancias del destino.
Jamás la vi flaquear ni renegar de su suerte, ni abandonar su lucha y menos su sonrisa.

Por todo esto la quiero, la respeto y le entregaría mi vida si la necesitara. No se puede ser menos con quien es amorosa, amable, noble, leal e incondicional.
eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

Aprendiendo

Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a comprender … que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes… y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad. Y después de un tiempo uno aprende que, si es demasiado, hasta el calor del sol quema.

Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien te traiga flores. Y uno realmente aprende que puede aguantar, que uno es realmente fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende… y con cada día uno aprende.

Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste durante toda la vida.

Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes.

Con el tiempo te das cuenta que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.

Con el tiempo te das cuenta de que él que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado.

Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado incierto para hacer planes.

Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado.

Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, ya no tiene ningún sentido.

Desafortunadamente, sólo con el tiempo….
Jorge Luis Borges

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