El rincón de Debbie El díario del rincón de debbie

El Genocidio de Guatemala en los años 70-80 - Rigoberta Menchú- Premio Nobel de la Paz 1992

×

Error message

  • Notice: Trying to access array offset on value of type int in element_children() (line 6656 of /hosting/www/elrincondedebbie.com/public/includes/common.inc).
  • Deprecated function: implode(): Passing glue string after array is deprecated. Swap the parameters in drupal_get_feeds() (line 394 of /hosting/www/elrincondedebbie.com/public/includes/common.inc).
<- Volver Atrás

08/02/2016 El Genocidio de Guatemala en los años 70-80 - Rigoberta Menchú- Premio Nobel de la Paz 1992


GUATEMALA
Artículo extraído de la Revista Magazine página 74 – 10 de Diciembre de 2006
CARTA A LOS FAMILIARES ASESINADOS
(Transcripción parcial no completa de todo el artículo)
Denuncias y oraciones frente a un cartel electoral de Efraín Ríos Montt, el dictador golpista que gobernó entre 1982 y 1983 y se presentó a los comicios presidenciales del 2004, Lucía Cobo denuncia la desaparición de su hija adoptiva, asesinada en 1982. Al lado, Felipe Tamup reza cada madrugada por las almas de sus familiares sosteniendo un retrato de su hijo José, encontrado en una fosa y exhumado en el 2003 después de 20 años.
Texto de David Dusster
Llévate mis palabras. Esa era la frase que le repetían una y otra vez al fotógrafo francés Miquel Dewever-
Plana y que le convenció de la necesidad de retratar las secuelas del exterminio sufrido por el pueblo maya
en los años setenta y ochenta. Quienes así le imploraban eran guatemaltecos que superaron el miedo y le
contaron las desapariciones de familiares, las torturas y las ejecuciones sumarias, y le acompañaron a las
fosas comunes para exhumar el olvido. “La verdad bajo la tierra: Guatemala, el genocidio silenciado” es el
título del libro que recoge el dolor de un conflicto que pasó de puntillas por los medios de comunicación de
todo el mundo y que muestra la tenacidad de las comunidades mayas para rescatar la dignidad de sus
fallecidos y acabar con la impunidad.
Para introducirse en el hermético círculo de los pueblos mayas, Miquel Dewever-Plana, de 45 años, se
conformó con convivir, sin hacer preguntas hasta que las víctimas mayas empezaron a confiarle las
historias de horror que padecieron. “Sólo me interesaba entender cómo se puede sobrevivir después de
haber experimentado una situación tan traumática”, evoca el fotógrafo, que ha reunido un centenar de
imágenes acompañadas por textos y testimonios de las masacres. Miquel Dewever-Plana empleó dos años
para completar este reportaje que sale a la luz gracias a la editorial Blume, a Photographic Social Vision –
una fundación que ayuda a la difusión del fotoperiodismo comprometido, a la Agencia Catalana de
Cooperació (a través de Casa América de Cataluña) y al Centro de Análisis Forense y de Ciencias
Aplicadas (Cafca), una de las entidades guatemaltecas que dirigen el proceso de localización de fosas, de
exhumación de cadáveres y de restitución de la dignidad.
“Los mayas hablan con los antepasados, hacen rituales a diario de respeto con sus allegados fallecidos y
ven a los ancestros como algo que forma parte de su vida.”, afirma Miquel Dewever-Plana para resaltar la
importancia que la localización, la exhumación y el funeral con honores tienen para las comunidades que
sufrieron la ira sanguinaria de los militares y, en menor medida, de la guerrilla. Con “La verdad bajo tierra”,
el fotógrafo recorre el largo y angustioso proceso para localizar e identificar a las víctimas y volver a
enterrarlas en lugares de agrado de sus parientes, como el caso de la familia Tamup. Calín Tamup explica
que su abuelo ha recuperado la sonrisa y la mirada pérdidas desde 1982, cuando fueron asesinados dos de
sus hijos por los militares. “Está en paz consigo mismo, ya tiene 82 años y pienso que la idea de morirse sin
reencontrarse con sus hijos era insoportable, explica Calín, de 29 años”.
Cinco mil ejemplares de la obra se repartirán de forma gratuita entre las comunidades mayas guatemaltecas,
que también podrán ver un documental audiovisual sobre el genocidio, algo insólito en el país
centroamericano, donde la magnitud de la represión contra los indígenas fue obviada durante décadas por
la prensa local. De hecho, la campaña de promoción de “La verdad bajo tierra” se ha demorado hasta que
la editorial ha tenido constancia de que los ejemplares habían llegado a Guatemala y el Cafca y se podía
asegurar su distribución durante este mes de diciembre, cuando se cumplen diez años de la firma de los
acuerdos de paz entre la guerrilla y el gobierno.
La violencia en Guatemala fue catalogada como el típico conflicto de la guerra fría en Centroamérica,
donde una guerrilla de origen comunista se enfrentaba al poderoso aparato estatal, apoyado sin fisuras
por Estados Unidos. Pero a diferencia de lo que ocurrió en Nicaragua, El Salvador o en otras dictaduras
sudamericanas como la de Argentina o Chile, cuyas historias de asesinatos fueron aireadas por la prensa
internacional, la represión en Guatemala pasó muchas veces inadvertida. Según Miquel Dewever, el hecho
de que las víctimas fueran indígenas y no intelectuales o clases obreras, y que la guerrilla fuera más maya
que comunista, lo que la dejó fuera de los circuitos de solidaridad internacionales de la izquierda marxista,
contribuyeron al silencio y cimentaron la impunidad de la que han disfrutado dictadores como Lucas
García ( presidente entre 1978 y 1982), recientemente fallecido, o Efraín Montt (1982-1983), dirigentes
en la época más dura de masacres perpetradas por los militares y las temidas Patrullas de Autodefensa
Civil.
La activista maya Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz en 1992, logró dar una difusión
internacional al pasado de terror en Guatemala y a consolidar el proceso de exigencia de responsabilidades
por un conflicto que, ahora ya se admite, fue una operación planificada para arrebatar tierras a los
indígenas. La Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH), coordinada por la ONU, dictaminó en 1999
que en Guatemala hubo 250.000 víctimas, de las que 45.000 todavía constan como desaparecidas. Dicho
organismo también constata 667 masacres y la destrucción de 430 aldeas, que provocaron un millón y
medio de desplazados internos y 150.000 refugiados que se dirigieron a México. La CEH también estudió
las responsabilidades y acusó a los diversos agentes del Estado guatemalteco-ejército, patrullas
paramilitares, escuadrones de la muerte y otros el 93% de las matanzas, a la guerrilla de un 3% y a
grupos no identificados del restante 4%.
El juez español Baltasar Garzón, impulsor de diversos procesos judiciales contra dictadores americanos,
participa en “La verdad bajo tierra” con un texto en el que reflexiona sobre la recuperación de la memoria
de Guatemala. Garzón se pregunta cuánto tiempo seguiremos hablando y doliéndonos la impunidad. “La
lucha contra la impunidad no sólo es la lucha por la libertad y la justicia, sino, esencialmente, por la
dignidad de los ciudadanos y los pueblos, y, desde luego, el vehículo más eficaz para construir una paz
firme, justa y duradera”, reflexiona el magistrado de la Audiencia Nacional.
Pese a que los responsables del genocidio se encuentran en libertad y algunos ocupan cargos de relevancia
en Guatemala, las acciones judiciales han comenzado, al menos en España, donde la Audiencia Nacional ha
sido declarada competente para juzgar los crímenes contra la humanidad de los militares implicados en
acciones que afectaron a ciudadanos españoles, como el asalto a la embajada de España en Guatemala en
1980, en el que fueron masacradas 37 personas. La denuncia judicial en España fue interpuesta por
Rigoberta Menchú, cuyo padre fue uno de los muertos en ese asalto, y ya está dando sus frutos, pues el
mes pasado un tribunal guatemalteco autorizó la captura y la extradición de cuatro militares y dos civiles
reclamados por los jueces españoles.
El libro de Miquel Dewever-Plana termina con una compilación de cartas de parientes de las víctimas como
si se las dirigieran a sus desaparecidos. Se trata de testimonios elocuentes del sufrimiento silenciado durante
décadas, de hijos, esposas, padres o tíos que ni siquiera sabían dónde reposaban sus familiares
asesinados. Como escribió el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, premio Nobel de Literatura, “los ojos de
los enterrados se cerrarán juntos el día de la justicia, o no los cerrarán”.
Más información:www.blume.net/Guatemala
Y www.photographicsocialvision.org




En QDQ