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Un nuevo aniversario junto a Luis - [1979 - 2017] 38 años juntos y felices. Fin de esta etapa de nuestra historia.

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22/08/2017 Un nuevo aniversario junto a Luis - [1979 - 2017] 38 años juntos y felices. Fin de esta etapa de nuestra historia.


Un repaso al recuerdo del incio de esos 38 años...

Lo más maravilloso fueron los amigos, compañeros y familiares que permanecieron juntos a nosotros ese 27 de Julio de 1979. No disponíamos de recursos para celebrar una gran fiesta y poder invitarlos a todos, pese a ello, allí estuvieron todos reunidos arropándonos y acompañándonos en la celebración de ese gran día. La boda se celebró con misa completa y recuerdo la Iglesia llena de gente teniendo en cuenta que luego no habría ningún festín. Sólo pudimos hacer un asado, al mediodía en la casa de Rubén Scidá para nuestros padres y tíos más cercanos y a la noche una modesta reunión familiar para brindar por nuestra unión con mi padre, hermanos y cuñadas.

[ Mi padre era quien debía llevarme hasta el altar pero un retraso inexplicable impidió que llegara a término a la ceremonia y tuvo que ser mi hermano Sergio quien ocupara su lugar].

Hubo tantas complicaciones que por momentos pensé que la boda no llegaría a celebrarse. El primer inconveniente surgió cuando fui a la tienda de calle Mendoza a recoger el vestido de novia y me encontré con que ese sábado al mediodía la tienda estaba cerrada. Conseguir al dueño fue toda una odisea en la que finalmente lo localicé en el hipódromo, ¿se imaginan lo que significa buscar a alguien que no conoces, que encima no sabe que le estas buscando y que para rematar el asunto ni siquiera te conoce? Las señas que me dieron de él eran tan comunes que era como buscar una aguja en un pajal, solo se me ocurrió ir preguntando si alguien conocía al dueño de esa casa de comercio hasta que al fin di con él. La explicación que me dio fue tan sincera que a pesar del enfado que tenía, sonreí para no comer me lo, y sin alzar la vista de las pistas, dijo: -Lo siento, me despisté. Las carreras me llevan de cabeza, señorita.

Después del asado yo debía ducharme en casa de Rubén y desde allí él me llevaría a la Iglesia. Parecía un buen plan hasta que el primer corte de agua me cogió en la ducha con jabón hasta las orejas. Rubén entonces tuvo la brillante idea de sugerir que saliera de la ducha envuelta en un albornoz y chanclas y me subiera al coche para irnos a casa de su hermano Lucho que vivía a cuatro o cinco manzanas de la suya. Venga, date prisa, acabo de telefonear a Lucho y ellos gracias a Dios si tienen agua.

Pero vaya sorpresa y créanme cuando les digo que esta lo era. No más bajar del coche y entrar nuevamente a la ducha, se cortó el agua allí. Todos nos quedamos de piedra.

En ese preciso momento suena el teléfono en casa de Mati y Lucho, es la empleada de Rubén avisándonos que el agua ha vuelto. Otra vez, albornoz, chancla y coche y otra vez a la casa de Rubén.

Por fin, estoy duchada, pero... cuando iba a secarme el pelo, va la luz y se corta. Estoy a punto de explotar, no me lo puedo creer, entonces pensé: ánimo, da igual, total con el calor que hace el pelo se secará en dos minutos, y … sí … suponen bien, yo no tenía maquilladora, manicura ni peluquera en casa ese día como se estilaba. No podía permitírmelo, así de sencillo

La empleada de Rubén era la única persona que estaba allí para echarme una mano y ella trataba de quitarle importancia a los desastrosos inconvenientes en que me veía atrapada desde hacía poco más de tres horas. Yo no lograba salir de mi asombro y ella sólo tenía palabras amables para animarme.

Pero la historia no acaba aquí.... llegó el crucial momento de ponerme el vestido y ella al subirme la cremallera, ésta se rompió. En ese momento sentí como el mundo se desplomaba a mis pies. No pude evitar el llanto y me dejé caer al suelo. Ella, inmediatamente reaccionó y salió de la habitación corriendo; a los pocos minutos regresó costurero en mano y me cosió el vestido desde más abajo de la cintura hasta casi la nuca y con ayuda del velo tapó el apaño.

Bien, repuesta del disgusto, la abracé y le di las gracias. Había llegado el momento de irnos a la Iglesia. El coche del papá de Rubén, un DODGE enorme lucía impecable en el portal de su casa sin ninguna decoración. La calma volvió a reinar en mi corazón, aunque, no por mucho tiempo. No podía dejar de pensar en el retraso que llevábamos y cada dos segundos estaba pendiente del reloj y del denso tráfico de la Avda. Mate de Luna que entorpecía por momentos nuestro avance. Estábamos detenidos en el semáforo de Floresta cuando al girar la vista sobre el carril contrario veo pasar a mi hermano Sergio en dirección a la casa de Rubén.

Al comentárselo a Rubén, él me responde: - no podemos hacer nada, volvernos sería una locura. Cuando no nos encuentre allí , él retornará a la Iglesia. No paraba, el pobre turco de decirme que no me preocupara, cuando un reventón nos acababa de indicar que habíamos pinchado una rueda.
Fueron esos los minutos más largos de mi vida, “interminables” y de una “impotencia inusual” contra los entuertos del inoportuno destino. Finalmente, volvimos a ponernos en marcha después que Rubén con su impecable traje cambiara la rueda.
El siguiente fallo fue bajar por Avda. Sarmiento y desde allí girar sobre Avda. Avellaneda para llegar a la Iglesia justamente por la mano contraria. Desde el coche podía ver a la gente que nos esperaba, apiñada en la acera con cara de preocupación. Decidí entonces, no esperar a que el coche retomara la Avda. para dejarme justo en la puerta de la Iglesia y sin pensarlo dos veces, me bajé y crucé a pie la Avda. cogiendo como pude el vestido y la cola con las con las dos manos.

A mí alrededor, la gente murmuraba conjeturas y yo casi sin voz y sin fuerzas para disculparme debido al nudo de llanto que atravesaba mi garganta y fue… en ese preciso momento en que todo empezaba a dar vueltas en mi cabeza cuando sentí el brazo firme de mi hermano Sergio asirme con fuerza.
Delante de nosotros una larga alfombra roja me invitaba a caminar sobre ella y a escasos metros pude divisar el rostro amable de Luis esperándome junto al altar. "Entramos y Salimos" del templo sin que yo recuerde cómo ni cuándo me casé.

De las cosas que recuerdo de ese momento es el de lamentar que mi amiga Coralito no cumpliera su promesa de cantarme a cappella el Ave María como me había prometido que lo haría. Después de reprochárselo supe que los allí presentes sí la habían escuchado cantar menos yo. Cuanta pena embargo entonces a mi corazón. Ojalá conservara el casete que me trajo de regalo con la grabación de la ceremonia y de su maravillosa voz interpretando el Ave María de Schubert.




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